viernes, 30 de mayo de 2014

FUTURA

Estoy a mil por hora. Mi cabecita no deja de maquinear. No entiendo nada ¿ Y las calles que tanto conozco? ¿Y los colectivos que siempre me tomaba? ¿Y mi nuevo hogar? Volví de Uruguay y me siento perdida, y creo que no hay sensación más desesperanzadora que no estar cómodo en tu propio hogar. No me puedo quejar del todo, acá estoy bien y me siento entre los míos como nunca. Pero está esa parte de mí que se quedó del otro lado del charco, que no pudo volver, que no quiso volver. Y mis dudas no se disipan, sino que con esta experiencia se incrementaron aún más. Me gusta estar donde estoy. Me siento plena pero está inevitablemente ese algo que me falta. Y sin embargo ahora mismo estoy decidiendo que no la quiero de vuelta. Son las consecuencias de la vida que elegí y la vida que estoy segura que amo. Nací para volar, para viajar, para irme, para pertenecer a ningún y mil lugares a la vez. Y acabo de darme cuenta que es esto lo que me va a pasar siempre. Una parte de mi ser, de mi alma, de mi corazón y de mi cuerpo va a quedar en cada lugar que pise, que viva, que sienta. Tengo un hogar, y lo amo y le agradezco a mis padres por la hermosa infancia que me dieron, pero no voy a ser solamente de acá. Lo sé porque me late en el lado izquierdo del pecho. 
Acabo de llegar de capital y no estoy muy cansada. Tuve mi primer encuentro en la Escuela de Aeronavegantes. Oficialmente acabo de empezar el curso para convertirme en una Tripulante de Cabina de Pasajeros. Más burdamente llamada azafata. No fue nada del otro mundo esta introducción a lo que va a ser mi futura profesión (y espero que no única), me sentí segura respecto a ciertos puntos y muy insegura con otros. Pero estoy decidida, quiero hacerlo y hacerlo bien. Veré cómo hago para trabajar si se me presenta la posibilidad, no tengo apuros. 
Estoy feliz. Hoy me siento llena y alegre. Es posible que se deba a toda esta nueva etapa que estoy comenzando, o quizás fue que acabo de terminar de escuchar una canción que me regalaron. Que me regaló Elena. Es "El reparador de sueños", de Silvio Rodríguez. Simplemente me dejó feliz y no sé por qué ¿Porque me sentí identificada? Puede ser ¿Porque tocó una fibra interior en mí su hermosa letra? Tal vez ¿Porque me la entregó una persona especial para mí? Seguramente. No llego a interpretar si me la dio para que yo me inspire o para darme a entender que yo fui ese enanito reparador en su vida. De lo que sí estoy segura, es que fue con la intención de generarme todas estas dudas y más, con intención de que yo pensara lo que primero me viniera a la mente y al corazón. Tengo libertad. Libertad de pensar y de sentir, libertad de creer y de retorcer, de proclamar y de invadir, de interpretar y de evadir, de admirar y de envidiar, de rechazar y de alegrarme. Pero surge en mí una pregunta, ¿esa libertad me fue impuesta o la llevo adentro explorándola en el afuera?